Es un hecho. Cuando una canción nos gusta, nos lanzamos a cantarla aunque no nos sepamos la letra. Y no importa si está en otro idioma. Si hay que inventar palabras y calzar un batiburrillo que se asemeje, se hace. Eso sí, eso que en nuestra cabeza suena tan bien y hace que nos vengamos tan arriba como esta niña en su función de fin de curso no siempre se ve tan apoteósico desde fuera.
La prueba está en este vídeo que circula desde hace algún tiempo y que ya ha sido compartido 13.000 veces. En él un hombre, el cómico Arron Crascall, se graba cantando a pleno pulmón en lugares públicos. Cuando se quita los auriculares sucede la magia…, la cara de los que están cerca de el es un poema.